El positivismo, ¿ha muerto?

Reapariciones en salud mental bajo el auge neoliberal

Autores/as

  • Franco Garritano Facultad de Psicología UNLP

Palabras clave:

positivismo, salud mental, neoliberalismo

Resumen

El positivismo como corriente de pensamiento y modo de interpretación e intervención en la realidad se sostuvo como un componente fundacional en la historia inicial de las ciencias sociales en Argentina, del mismo modo que fue un pilar constituyente del Estado moderno. Su postulación, centrada en la razón, la empiria, el biologicismo, la extrapolación metodológica y la generación de leyes universales como fundamentos filosóficos, desbordó los marcos netamente científicos para articularse deliberadamente con proyectos gubernamentales que promovieron una significación nueva sobre las instituciones y valores locales. Desde esta articulación nacen las elaboraciones de nuestra primera psicología, de vertiente clínica, experimental y social (Klappenbach, 2006), y también las bases ideológicas que permitirán su desarrollo hacia 1890, gracias  a la primera consolidación instaurada por la generación del 80, que ya había puesto en marcha esta cosmovisión como un instrumento político de las clases dominantes.

La psicología nacional inaugural es indisociable del resurgimiento de la doctrina positivista, cuyos estandartes serán retomados por los intelectuales de la época en una dirección teórico-política, fundada tiempo atrás, con fuertes lineamientos racistas, clasistas y reduccionistas. La influencia consistente de las ciencias naturales llevará al auge del darwinismo social spenceriano para interpretar factores económicos y  sociales de la Argentina de fines de siglo XIX, donde la psicología tendrá un lugar central desde una perspectiva teórica asentada en un sociologismo biológico y una proyección política preventiva, intervencionista y “reformista”.

Desde entonces han transcurrido varios períodos en los que diversas orientaciones teórico-políticas han tenido lugar para el desarrollo del “campo psi” y su articulación con salud mental. Si bien suele aparecer una tendencia a creer que aquel positivismo vernáculo se halla superado por los impulsos filosóficos, humanistas, hermenéuticos, éticos y garantistas que le sucedieron, se estima que los vestigios remanentes –inmanentes a todo período histórico– encuentran una revitalización notable desde el marco neoliberal contemporáneo. Es decir, lejos de concebir una superación y erradicación de la perspectiva positivista, creemos fehacientemente que el contexto científico-político–económico actual, devuelve una reedición dialéctica invertida: ya no es el positivismo el pivote articulador para el ejercicio político –como lo fue en la fundación de la república conservadora y en la primera psicología entre 1890 y 1900–, sino que es el contexto político actual el que favorece el resurgimiento de prácticas positivistas auxiliares a los intereses dominantes, atravesados por un ímpetu biopolítico reformista social-segregativo y jerarquizante de antaño.

La finalidad de la presente investigación fue rastrear e identificar qué actualizaciones positivistas y emergencias “neopositivistas” atraviesan el contexto local e impactan  directamente al campo de la salud mental, atendiendo a los despliegues disciplinares en pugna y las decisiones políticas que favorecen apuestas hegemónicas sectarias desde las medidas y concepciones del gobierno actual. Para tal análisis, se partió de la revisión bibliográfica de exponentes centrales de las corrientes actuales en su explicación de problemática sociales y en salud mental, así como de la revisión discursiva de dirigentes políticos a cargo de las áreas trasversales. De este modo, el auge de las disciplinas neurocientíficas y conductistas (figuradas en Facundo Manes), así como las indiscretas prácticas de medicalización psiquiátrica, son leídas a través de la hipótesis de un emergente positivismo biologicista encriptado que permite vehiculizar, mediante discursos pretendidamente científicos, intereses políticos oligopólicos que contrarrestan directamente los nuevos contratos sociales basados en el reconocimiento y la garantía de los derechos humanos. Esto se produciría mediante un desplazamiento del factor sociocultural, dado que, desde un posicionamiento positivista, el valor de las explicaciones científicas quedaría acotado a la “naturaleza objetiva”, reduciéndose lo político-social a una variable condicionante y contingente, no constituyente. Desde el marco neoliberal, las disciplinas atinentes al campo de la salud mental quedan enlazadas en los rasgos de una cultura comandada por el mercado, no solo a través de los “productos” –la industria farmacológica, terapias sin ética, etc.– sino también mediante la generación de “valores subjetivos” para ordenar el comportamiento de los sujetos-consumidores (Galende, 2008).

De este modo, se buscó esclarecer los alcances que el discurso y la práctica positivistas actuales tienen en la concepción del padecimiento mental y del sujeto, desde una dirigencia política tendiente a pensar los derechos sociales  como “costos”. La cosmovisión positivista es peligrosa políticamente por su carácter segregativo y habilitante de desresponsabilización estatal, y disciplinarmente por la desubjetivación que opera sobre el conflicto psíquico, entendido siempre en términos patológicos y asentados biológicamente. Los resultados tienden a señalar el modo en que el imperativo ético hacia la singularidad en salud mental se ve erosionado por la hegemonía de prácticas y discursos neopositivistas dentro del macrocontexto neoliberal que facilita su despliegue insidioso.

Citas

Galende, E. (2008). Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser. Buenos Aires: Lugar. Primera Edición.

Klappenbach, H. (2006). Periodización de la psicología en Argentina. Revista de Historia de la Psicología, 27(1), 109-164.

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Publicado

2019-12-05