Última modificación: 2018-03-16
Resumen
En la historiografía tradicional, en trabajos que aluden al espacio, a la ciudad, o al territorio, las referencias espaciales, son simplemente enunciadas como texto, a veces correlacionadas con otras, pero siempre de una manera literaria, jamás gráfica. La documentación gráfica, tal como pueden ser planos históricos y mapas, cuando existe, se la utiliza con la idea de ilustración, tanto como podría hacerse con una fotografía o un grabado antiguo. Se la usa para amenizar la lectura de tantas páginas de puro texto. Así entendido, el espacio, al cual se alude en el relato, nunca aparece en relación grafica con el territorio que lo contiene. La crónica, aún la espacial, en esta manera de relatar la historia del territorio, nunca traspasa la forma narrativa. Se desperdicia así la posibilidad de considerar también a estos documentos como una fuente privilegiada de información histórica. Es cierto que para la utilización de la evidente y provechosa información que pueden proporcionar los planos históricos, conspira la mala calidad de sus reproducciones fotográficas, o la utilización de copias (en vez de originales) lo que rebaja sus atributos y, por ende, su legibilidad. El espacio siempre es, por cierto, el escenario inevitable donde se desarrolla la otra historia más tradicional. En contraste, nuestra línea de investigación, desde hace muchos años y sobre la que se asienta nuestro mayor trabajo y producción, es aquella de vincular los procesos histórico-culturales con los espaciales: incorporando espacio a la historia e historia al espacio. Es decir, relacionando los desarrollos históricos, políticos, sociales, económicos, etc., con lo espacial, de manera de poder explicarnos el presente. Mendoza es, desde el siglo XVI hasta nuestros días, un ejemplo elocuente de la importancia histórica del uso del agua en el desarrollo de su actual Área Metropolitana.